Los infinitos que llevamos por dentro
- Luis Mercado
- hace 6 días
- 5 Min. de lectura

Sabes, hoy estaba recordando a un libro que leí ya tantas veces que lo terminé leyéndo en cuatro idiomas distintos. Lo usaba para practicar lo que estuviera estudiando en ese momento y ese autor hablaba de algo que siempre se me quedó grabado: los diferentes tipos de infinitos.
Mira no soy matemático pero de matemáticas entiendo una cosa muy simple: entre el 1 y el 2 hay una infinidad de números.
Está el 1.1, el 1.11, el 1.111 y podríamos seguir sumando decimales para siempre, en ese pedacito entre 1 y 2 cabe un infinito completo.
Y si te vas del 1 al millón, también hay una infinidad de números. Otro infinito. Más grande, más largo, más lleno de posibilidades.
En resumen: hay infinitos pequeños y hay infinitos grandes, algunos infinitos son más grandes que otros.
Hasta aquí son cifras. Ahora viene la parte humana de esta historia.
Pequeños infinitos: segundos que se quedan para siempre
¿Por qué hablo de infinitos en un blog de crecimiento personal?
Porque en la vida pasa lo mismo: hay momentos pequeñitos que se convierten en infinitos dentro de una persona. Segundos que se quedan pegados al alma para siempre.
Te cuento algo que me pasó ayer.
Estaba en una estación de metro. Llovía. Había gente entrando y saliendo, cada uno en su propio mundo.
De repente, veo a una señora mayor que tenía que bajar unas escaleras con una andadera, se notaba que estaba sufriendo, insegura, con miedo a caerse y lo más fuerte: nadie la ayudaba, en ese momento tuve una elección: mirar hacia otro lado o convertirme en parte de su historia así que decidí correr, la tomé del brazo, la ayudé a bajar despacio, escalón por escalón, cuando llegamos abajo, me dijo que iba al Costco que estaba a un lado de la estación, seguía lloviendo, yo traía paraguas…Así que la acompañé hasta la entrada.
Esa acción no me tomó más de unos minutos, pero estoy casi seguro de algo para ella, eso va a ser un recuerdo que no se borrara.
Ahí nació un pequeño infinito: un gesto corto, un impacto largo.
Quizá nunca vuelva a verme, quizá ni siquiera recuerde mi cara con detalle, pero cuando vuelva a pensar que nadie ayuda, que la gente es egoísta, tal vez aparezca ese día en su mente: Un desconocido me vio, un desconocido corrió por mí.
Ese es un pequeño infinito positivo, algo que se queda flotando para siempre en el interior de alguien.
Grandes infinitos: el amor que sostiene una vida
Ahora hablemos de los grandes infinitos.
Hay padres y madres que dan todo por sus hijos: tiempo, energía, paciencia, comida, techo, consejos, abrazos, límites, ejemplo.
No son perfectos, pero están: se caen y se levantan, se equivocan y piden perdón, se cansan y aún así siguen presentes.
A lo largo de los años ,ese tipo de amor construye un infinito gigantesco dentro de un hijo:
“Soy amado.”“Importo.”“Hay alguien que da la vida por mí.”
Ese infinito no termina cuando el padre falta, se queda en la manera en que ese hijo ama, en la forma en que trabaja, en la forma en que trata a otros y mas importante en la forma en que criará a sus propios hijos y estos nietos serán educados de la misma forma con amor siguiendo el ejemplo y así podrá ir de generaciones en generaciones creando infinitos mas grandes en el alma de estas personas.
Ese es un gran infinito positivo: la huella profunda que alguien deja en ti para toda la vida y por generaciones.
El otro lado: infinitos que duelen
Así como podemos dejar infinitos hermosos en la vida de alguien, también podemos dejar infinitos que solo lastiman.
Cuando tomamos malas decisiones, no solo vivimos un momento: abrimos líneas de tiempo que se quedan dando vueltas en la mente y en el corazón de las personas que amamos.
Piensa en tu padre, un día, en un arranque de enojo, le gritas algo que sabes que duele, para ti, tal vez, fue: “se me salió, estaba muy enojado”.Para él, esas palabras pueden convertirse en un pequeño infinito negativo que se repite en su cabeza:
“¿De verdad fui tan mal padre?”“¿Fallé tanto?”
Quizá él nunca te lo diga, quizá lo lleve en silencio, quizá, sin querer, se lo crea y desde ahí empieza a dudar de sí mismo, de lo que hizo, de lo que fue.
Tu relación con él cambia un poco tal vez tú casi no lo notes, sigues tu vida, pero una parte se enfría, se cierra, se lastima, Has creado un pequeño infinito en el alma de alguien que te amó de manera incondicional.
Ahora piensa en tu pareja
hoy engañas a tu pareja. No es solo “una noche”. No es solo “fue un error y ya”.En ese instante abres un infinito de dolor, de desconfianza, de inseguridad que se clava muy profundo.
Puede pasar el tiempo, puede que un día ella decida perdonarte puede que tú trabajes en perdonarte a ti mismo, pero ya existe un capítulo en su historia donde se rompió algo que parecía eterno. Ese recuerdo no desaparece: puede sanar, puede suavizarse, pero queda.
Y no solo queda en ella. Si hay hijos, ellos también lo sienten. Aunque nadie les cuente todos los detalles, perciben la distancia, las peleas, las lágrimas silenciosas. Esos niños pueden crecer creyendo que el amor de pareja siempre trae traición, que nadie es realmente fiel, que amar es sinónimo de sufrir. Ese es un infinito de negatividad se hereda sin querer creando un gran infinito por generaciones.
Los infinitos que te dejas a ti mismo
Y hay algo más: no solo dejas infinitos en los demás, también te los dejas a ti.
Cada vez que decides hacer algo que te destruye, sabiendo que te hace daño, creas un pequeño infinito de culpa, de vergüenza, de auto abandonó.
Cada vez que eliges algo que te suma, aunque cueste, aunque no te aplaudan, creas un pequeño infinito de respeto propio.
Tus decisiones se van acumulando como esos números entre el 1 y el 2: una sola no parece nada, pero miles de ellas terminan construyendo la persona en la que te conviertes.
Lo que quiero que te lleves hoy
Todo esto te lo cuento para llegar a una idea muy simple:
En la vida, cada decisión es un tipo de infinito. Unos son pequeños, otros grandes. Unos sanan, otros hieren.
No controlas cuántos años vas a vivir. Pero sí puedes elegir de qué están hechos los infinitos que vas dejando:
En tu familia, en tus amigos, en desconocidos que solo verás una vez, y en ti mismo.
Hoy, mientras terminas de leer esto, quiero invitarte a algo muy concreto:
Que empieces a dejar pequeños infinitos positivos a propósito, miradas honestas, ayudas sinceras, palabras que construyan, presencia real con la gente que amas.
Y que seas consciente cuando estés a punto de crear un infinito negativo: una traición, un insulto, una humillación, porque eso no se pierde, no se borra fácil, se queda girando en la mente de alguien durante años.
Si entendiste esto, ya no eres el mismo de hace unos minutos.
Ahora sabes que no solo vives tu vida: también estás escribiendo infinitos en tu vida y en la vida de los demás.
La pregunta es:¿qué tipo de infinito quieres ser tú en la historia de otra persona y en la tuya? Bienvenido a esta nueva vida hermano.



Comentarios